Cada trecho recorrido enriquece al peregrino y lo acerca un poco más a hacer realidad sus sueños. Cuánto más se aproxima uno al sueño, más se va convirtiendo la leyenda personal en la verdadera razón de vivir.
El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo. El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños son nuestras certezas. El tercer síntoma de la muerte de nuestros sueños es la paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y sin exigirnos más de lo que queremos dar. Pero, en verdad, en lo íntimo de nuestro corazón, sabemos que lo que ocurrió fué que renunciamos a luchar por nuestros sueños.
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